¿Alguna vez te has preguntado de dónde proviene esa tradición de grupos musicales que entretiene a la gente mientras las pasean por los callejones de Guanajuato, les cuentas sus leyendas, ataviados con vestimenta barroca, y conocidos generalmente como estudiantinas o tunas?
Pues bien, la estudiantina se remonta originalmente a la España del siglo XVI a partir de la división de clases entre los estudiantes de ciudades estudiantiles como Salamanca. Por un lado, teníamos a los ricos y pudientes y, por otro, a los pobres y marginales que se veían en la obligación de tocar un instrumento para entretener a la gente y así ganarse el pan. Estos Vivian en posadas o albergues estudiantiles y poco a poco fueron perfeccionando sus dotes artísticas, introduciendo chistes, anécdotas o bromas para así asegurarse más el agrado del público. Es así como empezaron a ser requeridos para fiestas y convivios donde a veces se les pagaba solamente con vino y alimentos. Como eran estudiantes estos chicos universitarios, se les llamó estudiantinas a sus grupos musicales, y algunos les llamaron a sus integrantes “tunos”, palabra que proviene de “tunantes”, debido a su condición bohemia. La primera acepción que da el Diccionario de la Real Academia Española para tunante es la de “pícaro”, entendido como una figura social representada por un joven que por necesidad y ganarse el pan de cada día se ve inmiscuido en enredos sociales.
En México se empezó a imitar esta tradición en ciudades mexicanas que tenían una universidad importante en su seno. Aunque la importación es anterior, la estudiantina en nuestra ciudad universitaria de Guanajuato se oficializa en 1963, con un grupo fundado por Joaquín alias el Flaco, en el seno de la Universidad de Guanajuato, lo que fue apoyado por el rector de la Universidad del momento, Daniel Chowell. Estos estudiantes provenían originalmente de la carrea de Arquitectura, los cuales se reunían para beber, cotorrear y contar anécdotas, tradición que persiste aún en el seno estudiantil de todos los campus y divisiones. Sin embargo, estos estudiantes tocaban instrumentos, lo que fue dirigido y capitalizado por su mentor, al grado de llevar estos chicos a grabar un disco de acetato ese mismo año, en el mes de octubre. De acuerdo al diario el Heraldo de León, estos estudiantes habrían descubierto la tradición española, lo cual no ha sido corroborado historiográficamente. Al paso de los años, el movimiento de estos estudiantes fue contagiado a otras carreras y empezaron a aparecer varias estudiantinas más, algunas de las cuales sobreviven (como la de la UG), algunas de las cuales han desaparecido.
Actualmente existen en Guanajuato varias estudiantinas formalmente constituidas, solo que, en este caso, algunos de sus miembros no son ya estudiantes, sino músicos profesionales o aficionados, aunque perviven aquellos estudiantes que, por necesidad económica y espíritu bohemio, se integran por temporadas para pagar los gastos de sus estudios o manutención.
Aparte de por su instrumentación, los tunos en Guanajuato se caracterizan imitar los trajes escolares de las universidades de España de los siglos XIV al XVI. Dicha vestimenta consta de un hubo, un pantalón corto, capa negra o roja con o sin listones, camisa blanca de manga larga, medias hasta las pantorrilas y zapatos negros de hebilla, preferentemente terminados en pico. A veces se adereza esta indumentaria con algún sombrero con o sin pluma negras o de colores. Los más extravagantes usan bombines ¡e incluso bastones! Esto lleva a los tunos a mandar confeccionar sus trajes con telas de alguna surtidora local, como La Parisina, usando telas como el terciopelo, pero en su versión económica. Los colores más usados después del negro, son el azul marino, el café, el morado, el verde, el guinda o el escarlata. Se evita el púrpura, para no verse muy lúgubres, ya que es un color asociado tradicionalmente con la muerte.
Actualmente la estudiantina supone uno de los atractivos turísticos más conocidos de la ciudad, trabajando todos los días, no sólo los fines de semana o periodos vacacionales (aunque en estos hay más tunos trabajando), ofreciendo sus servicios por medio de boletos en las calles, principalmente alrededor del Jardín de la Unión (, punto de reunión de trabajo de ellos) o el Mercado Hidalgo. El recorrido es amenizado con porrones en los que se sirve a los hombres jugo de naranja (anteriormente era vino o licor, pero esto fue prohibido por la municipalidad), que está incluido en el precio del boleto, cuyo precio varía según el grupo contratado. Las mujeres, por su parte, reciben tradicionalmente una rosa, que deberán portar durante el recorrido. Se chacen dinámicas para romper el hielo y fomentar la integración de los clientes, como chistes (algunos sinceramente homofóbicos o sexistas), confrontación lúdica entre grupos de ambos sexos o francamente payasadas en las que el líder del grupo se convierte en una especie de bufón. No obstante, lo verdaderamente importante es lograr que las personas canten al unísono grandes temas de música variada, como tradicional mexicana, boleros, huapangos, rancheras, etc., pasando un gran rato. No falta la estudiantina que incluya baladas comerciales o música de moda, con el ánimo de hacer bailar y reír a la gente. Algunos tunos son cantantes improvisados, mientras que otros logran tener la categoría musical, aunque amateur, de un barítono o contralto. Sus instrumentos principales son los de cuerda (guitarras varias, mandolinas, bajos) y algunos incluyen acordeón, pandero o maracas para marcar el ritmo. Hasta harpas se han visto.
Algunas estudiantinas han sido francamente famosas en la ciudad, no sólo por su calidad o las giras que han logrado hacer, sino por sus inerrantes que se llegan a convertir en fauna citadina por ser protagonistas de correrías y francachelas con locales y extranjeros. Tal es el caso de la emblemática Santa Fe. Aunque la más conocida y honorable sigue siendo la de la Universidad de Guanajuato, que ha aparecido en radio, televisión en incluso películas de cine. Esta estudiantina ha tenido giras de presentación por países extranjeros.
Uno de los núcleos que articulan el recorrido es la vista al Callejón del beso, parada de referencia de la estudiantina, más que obligada, en donde se detienen un momento para que los turistas tomen foto y se posen en el legendario tercer escalón, donde se dice que se deben besar o de lo contrario correrá una maldición sobre sus cabezas. Otros puntos de visita son: San Roque y Jardín Unión. El recorrido por uno de los cientos de callejones de la ciudad, dura alrededor de dos horas, y las ganancias que se lleva cada tuno son variables respecto del día, la hora o la temporada.
Como dato curioso, durante la administración de Salvador Jaime Arroyo como director municipal de turismo, se pretendió hacer de las callejonedas un evento gratuito, con el fin de que se masificaran. Hecho que, como sabemos, no ocurrió.